La Boutique de barrio Jardín, el estadio de Talleres que fue la casa de Daniel Alberto Willington, se convirtió en el escenario para el adiós del «Daniel».
Ahora, Daniel Willington es leyenda. El lugar, donde su genio se manifestó sobre el césped, se abrió sin restricciones desde las 11:30 hasta las 15:30, hora en que el cortejo fúnebre partió hacia el cementerio Parque, en Colonia Tirolesa.
El evento congregó a una diversidad de asistentes que reflejó su amplio legado. Había hinchas de la «T» de todas las edades y también simpatizantes de Vélez, muchos llegados desde Liniers o el interior provincial, ya que Willington fue un ídolo tan grande en el club de Liniers como en Talleres, donde incluso le hicieron una estatua. El hall central se llenó de coronas enviadas por el club, ex presidentes (como Bernabé Muttoni), Belgrano, Instituto, Vélez, Mario Kempes, el Gobierno, la Municipalidad (con Daniel Passerini presente) y gremios.
En la cancha se instaló una capilla. Cerca del ataúd estuvieron su esposa Ana y sus hijos, junto a ellos, Julio Ferreyra (médico histórico del club) y Héctor Arzubialde. También se destacó la presencia de Gustavo Coleoni, «el Sapito», quien no paraba de llorar y fue la mascota de varios Talleres de oro integrados por Daniel.
La lista de figuras incluyó a Juan Manuel Ramos, Roberto Gasparini, Enrique Nieto, Carlos Vaca, Darío Gigena y al titular de Belgrano, Luis Fabián Artime. Estuvo presente Víctor Hugo Sotomayor, campeón del mundo con Vélez y de la Conmebol 1999 con Talleres.
La presencia institucional y la sorpresa
A las 13:15, llegaron el presidente Andrés Fassi, Carlos Tevez y su cuerpo técnico, junto a jugadores como Guido Herrera, Nahuel Bustos, Augusto Schott y Santiago Fernández.
La gran sorpresa fue la asistencia de Raúl Gámez, el histórico titular de Vélez, a quien Fassi calificó su gesto como «tremendo». Gámez tenía prohibido viajar, ya que una semana antes había sido internado para la colocación de cuatro stents. Gámez tomó el micrófono y afirmó que Willington fue «un grande de todos», añadiendo que estaba seguro de que no sufrió y que lo último que hizo «habrá sido una broma».
Recuerdos y despedida final
En el responso, a cargo del padre Javier Soteras, se leyó el prólogo del libro autobiográfico que Willington estaba escribiendo con Gustavo Farías. El mensaje central del texto era: «Mi mayor interés fue devolverle a la gente el cariño y el respeto que me dio. Si en mi paso por este mundo pude dejarles una alegría con el fútbol, la misión está cumplida».
El pasillo de La Boutique que Willington solía frecuentar para desviarse hacia la puerta de los viejos vestuarios o el bar de su compadre Humberto «Cacho» Taborda, fue el testigo de su adiós. En ese bar, se sentaba con dirigentes como Adelfio Pernazza y directores técnicos como José Omar Pastoriza, en encuentros que eran más clases que charlas de fútbol.
Se recordaron sus chicanas a Francisco «Paco» Cabasés, intendente histórico del estadio, a quien le preguntaba si le debía su debut. También se recordó a su crítico más acérrimo, su padre, Atilio «el Toro» Willington (jugador y DT), de quien Willington solía decir que sus críticas eran para hacerlo mejorar. Se mencionó que el padre y «Paco» deben haberle dado la bienvenida en el «cielo futbolero».
Nadie creía que Willington se hubiera «hecho inmortal, a los 83 años», ya que «venía invicto» hasta el lunes pasado, cuando fue víctima de un infarto.
La voz del estadio conmovió a los presentes al traer el relato del tiro libre de gol que definió la final de 1974. El sol salió, completando la despedida, en medio de cánticos por el ídolo de Talleres y el cordobés de Vélez.


