El centrodelantero paraguayo que trascendió en Talleres en la Liga Cordobesa y luego en el Federal A, es el goleador del recién ascendido Génesis, tras ser el máximo artillero del Motagua durante cuatro años.
Muy pocos delanteros llegan del fútbol hondureño procedentes del extranjero y logran quedarse en la historia de, no solo uno, sino de dos equipos, como lo ha hecho el paraguayo Roberto Moreira.
A sus 36 años, el delantero emergido en Talleres de Córdoba, que fue pilar en el dominio del Motagua a finales de la década del 2010, comandó al recién ascendido Génesis de Comayagua en semifinales.
Este hito marca la primera vez que un club, en su torneo debut en Primera División, se mete entre los cuatro mejores de la Liga Nacional, siendo Moreira pilar en la gesta.
“El Escorpión” fue la gran apuesta del Génesis para liderar su ataque, pese a que procedía de un campeonato donde solamente marcó un tanto tras ser relegado a la banca en el Motagua.
Del Ciclón, Moreira salió como un referente, pues en cuatro años y medio en la institución azul, logró convertirse en el máximo goleador extranjero en la historia del segundo equipo más campeón del balompié catracho.
Sin embargo, el killer guaraní salió, catalogado por muchos, como un delantero con la mecha quemada, pues pensaban que con 36 años ya no tenía más qué dar, pero a sus detractores se les olvidó sus 69 goles y tres títulos de Liga Nacional en la Águilas, además de los 8 tantos convertidos en torneos de Concacaf.
Convirtiéndole al Olancho FC (3), Vida (2), Real Sociedad, Real España y Victoria, el paraguayo está a un tanto de igualar su tercer torneo más goleador desde que llegó a Honduras en el Apertura 2018.
En sus primeros dos campeonatos con Motagua, Moreira logró salir bicampeón, llevándose a casa el título de goleo del Clausura 2019. En total, suma 85 anotaciones en el fútbol catracho, donde es el undécimo extranjero con más tantos en Liga Nacional (77).
Su ruta desde Talleres
A los 16 años a Roberto le tocó la oportunidad de llegar a Argentina, a Talleres, de la mano de Jorge Ciarlone, quien desde Corrientes y lo tentó con el fútbol albiceleste.
Vivió en la pensión de la “T”, jugó en cuarta y en la primera de la Liga Cordobesa. A los 18 años llegó a la primera pretemporada, fue con Roberto Saporiti de DT, quien lo hizo debutar en la primera fecha de la B Nacional ante Defensa y Justicia, en el mismo equipo que jugaba Julio Buffarini.
A los 21 años sobresalió en el Argentino A con Talleres. En Córdoba conoció a Marisa, su señora, y nació Jeremías, el hijo de ambos.
Después jugó en Rangers de Chile, donde la vida le tembló. Tuvo mucho miedo por los movimientos sísmicos que atentaron contra su vida y la de los suyos. Se hizo evangélico, volvió al país para jugar en Armenio y en Comunicaciones. Se reencontró con Carlos Ahumada, a quien no veía de la época de Talleres, y en 2012 llegó a Estudiantes de San Luis.
Después, desde ese año y hasta 2018, pasó por Ferro Carril Oeste y regresó al club puntano, para arrancar su etapa goleadora de cinco años en Motagua, club en el que en 2020 compartió dupla de ataque con el exgoledor albiazul Gonzalo Klusener, hasta que a mediados de este año se sumó al Génesis.